Lo primero que me dijo un gran empresario al saber que me mudaba a Andorra.
Mira, hay una cosa que la mayoría no ha pillado todavía.
Mira, hay una cosa que la mayoría no ha pillado todavía.
La libertad no es estar solo con tu portátil haciendo de todo. Eso es currar sin jefe, no vivir libre.
Va de no tener que hacerlo solo.
Y parece lo mismo, pero no lo es.
Libertad es poder cerrar el ordenador un martes a las doce.
Irte a hacer deporte.
O a tomar algo con gente que te inspira, y que ninguno te suelte el típico “buah, yo no tengo tiempo para eso”.
Esa es la diferencia.
Mira alrededor.
Tus colegas, tus conocidos… casi todos van ahogados.
Solo hablan de curro, de estrés, de “cómo me putea el algoritmo”, de si el mes viene flojo o si no venden.
Y claro, con ese puto ruido alrededor, es imposible sentirte libre.
En cambio, cuando te juntas con gente que va bien, que gana pasta, que se cuida, que se permite parar un jueves y no pasa nada, empiezas a ver otra forma de vivir.
Y lo flipas.
Porque te das cuenta de que no es suerte.
Nunca fue suerte,
Es entorno.
Punto.
Eso pasa dentro de la Tribu.
Ahí hay gente que tiene negocio, que viaja, que tiene vida.
Que habla de dinero sin tapujos, de salud, de familia, y de cómo vivir bien de verdad.
Y sin postureo, sin competir, sin ir de gurú.
Y también hay gente que todavía —insisto, todavía— no está ahí.
Pero claro, solo con entrar ya te cambia el chip.
Y no porque nadie te enseñe nada, sino porque estás rodeado de gente que ya vive como tú quieres vivir.
Y eso, joder, se contagia.
Cuando me mudé a Andorra, un gran empresario con un negocio millonario que hace las llamadas con su equipo relajado mientras pasea a sus tres perros, me lo dijo claro:
“Bienvenido a la buena vida.”
Y no solo hablaba de dinero.
Es inevitable
Libertad, y luego todo lo demás.

