Ayer por la tarde, en la cola del súper, delante de mí una mujer devolvía un par de cosas porque no llegaba.
Y pensé: joder, cuánta peña vive con ese mismo nudo en la tripa cada mes.
¿Cuántos emprendedores?
Porque cuando no sabes lo que vas a cobrar este mes, no es solo que falte pasta.
Es que te pasas el día con la mente secuestrada.
Te acuestas pensando en números.
Te levantas con la misma canción:
“¿me pagarán?, ¿llegaré?, ¿qué invento ahora?”.
Y así, cada mes.
Es como tener un puto mosquito zumbando en la oreja las 24 horas.
No te mata, pero no te deja vivir.
Ahora… cuando tienes un sistema estable, recurrente, predecible… Ostia, ahí la película cambia.
Sabes lo que entra el día 1.
Sabes que al siguiente mes también.
Y eso, créeme, te despeja la cabeza como no te imaginas.
De pronto duermes mejor.
Tomas decisiones con calma.
Hasta disfrutas más lo que haces.
Porque tu negocio deja de ser una tómbola… y pasa a ser una máquina fiable, de esas que no fallan aunque tú estés a otra cosa.
Y cuando tienes eso… hasta el domingo parece domingo de verdad, no un día de agobio encubierto.
En fin, justo de eso va el nuevo material que los alumnos de la casa ya tienen entre manos desde ayer.
Si eres alumno, ya me entiendes.
Y si no eres alumno, el lunes 6 te diré el qué, el cómo y el cuánto.
PD: Ya, ya sé que el dinero va y viene.
Sin embargo, la paz mental, cuando la tienes, no la sueltas ni loco.
El lunes 6 te enseño cómo se consigue.